Una Cueca para Bojórquez
Una Cueca para Bojorquez
Hay nostalgias en el mundo. Allá por 1999, en Oruro, pasaban
al medio día, por la radio, varios programas de música folklórica boliviana.
Estaban el programa “De mi tierra”, “Viva mi patria Bolivia”, y otros. Una bella
época de mucha competencia artística y de medios disputándose la audiencia de
una ciudad pequeña, pero entregada casi por completo al folklore, porque toda
música nueva desembocaba en carnaval y carnaval en Oruro significa ya muchas
cosas. Pero no solo pasaban novedades, uno oía esa nostalgia de otra manera de
cantar, música que antes se ponía como fondo a una escenografía de chichería,
donde nuestros abuelos habían invertido su juventud, entre canturreo y
quechuismos de la mina. Dialectos que ya nunca más se escucharán.
De cuando en cuando sonaba esta cueca “Gacela”, compuesta al
parecer por Teófilo Vargas. De por sí, gacela, es una palabra hermosa, por su
sonoridad. Siempre me dio curiosidad, porque es un animal que no vive en el
altiplano ni en los valles bolivianos. ¿En qué estaba pensando el compositor de
eso? ¿estaba leyendo un atlas? ¿será que en su época había National Geographic?
Dice la cueca:
Ya me voy, ya me estoy yendo,
Gacela, Gacela, solo Dios lo sabe
Si yo volveré, si yo volveré
Sólo Dios lo sabe, si te acordarás.
Ya te estas, ya te estas yendo
Gacela, Gacela, sólo Dios lo sabe
Si tú volverás, si tú volverás.
sólo Dios lo sabe si te acordarás.
En tus ojitos yo veo
Morena linda, palomitay
Tus encendidas mejillas viditay
Son de azucena
(Variación)
En tus ojitos yo veo
morena linda, todo mi amor
tus ojitos son luceros wawitay
que alumbran mi vida.
La gacela, pues es nada menos que una referencia bíblica,
veamos:
"Sea bendito tu manantial,
y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en
todo tiempo, y en su amor recréate siempre" (Proverbios 5:18-19)
Y por eso, intuyo, creo con razón, en nuestra cueca
boliviana continúa con “sólo Dios lo sabe”. Teófilo Vargas ( desde el “propio”
nombre propio, que significa “amor de Dios”), era un músico de iglesia, así que
pienso que la lectura bíblica estaba bastante presente en sus pensamientos.
En las versiones disponibles en youtube tenemos la de Savia
Andina y la del Dúo Larrea-Uriarte, que es más antigua. La variación en la
Quimba dice: “Tus encendidas mejillas,
viditay, son de azucena”.
El poeta Fray Luis de León, traduce el cantar de los
cantares y pone en el capítulo 2, versículo 2:
“como azucena entre espinas, así mi amiga
entre las hijas”.
Más adelante en el versículo 7:
“Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
/ por las gacelas y por las ciervas del campo, / que no despertéis ni hagáis
velar al amor, / hasta que quiera” (según sea la traducción, que también ponen
“corzos, en lugar de gacelas”)
Como se ve, la referencia parece más clara de esta forma, en
la que la azucena es una flor “entre el valle de doncellas” como dice en otra
parte de la biblia, Teófilo, compositor cochabambino, de los valles bolivianos,
la toma en su canción así como “gacela”, símbolo de la mujer amada.
Esto y el detalle de “si yo volveré” y “si te acordarás”,
son dos vertientes para el diálogo entre esta canción popular de Bolivia con la
obra “El amor y la furia”, del poeta mexicano Mario Bojórquez, que contiene a
su vez dos libros: de “Diván de Mouraria” de 1999 y “El deseo postergado” de
2007. Libro editado por Plural, con motivo de la visita de este reconocido Vate
a la Feria Internacional del Libro de La Paz, en el marco del Festival Jauría
de Palabras, 2025.
*
La Gacela
Mouraria, sabemos que, por detalles googlescos, es un barrio
histórico de Lisboa, caracterizado por su diversidad cultural. Por otros
detalles, sabemos que, Mario Bojorquez es uno de los principales traductores de
la obra de Fernando Pessoa, poeta portugués, y que para acercarse a esa obra el
vate mexicano ha tenido residencia en esa ciudad.
Veamos, ¿qué hacen las gacelas en el Diván, en Portugal y,
de paso, con una cueca boliviana, bajo la influencia del Rey Salomón?
El libro comienza con unos sonoros y elegantes alejandrinos;
y a lo largo de la obra, va experimentando metros, y sugerencias prosódicas. Es
la frescura del regreso a la forma, al ejercicio de la cadencia.
Dentro del conjunto interno de poemas de “gacela”, de donde
nace esta conexión con la cueca boliviana, aparece justamente la pregunta:
¿Cuál canción, gacela,
cuál canción que escancias,
la copa mis oídos
el manantial que rompe
el cristal de mi vida?
A partir de esa vista podemos entrar a comprender, en su
elegante erotismo, el guiño al Cantar De Los Cantares, en el que aparece la
gacela y la flor.
Por ejemplo, en la traducción Reina Valera, Salomón dice:
Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas (tus rebaños),
dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
Por su parte Bojorquez dice:
(…) y a flor de mí,
gacela,
tu mordisco
marca hierro mi piel;
soy tu rebaño.
Ya prestando un poco más de atención aparecen frases de los
cantares, como:
Hermosas son tus mejillas entre los
pendientes,
Tu cuello entre los collares.
Por su parte dice Bojorquez:
Y tu lomo febril
y el junco de tu cuello
y el perfume volátil
vuelto carne concreta, palpitante encendida
todo a tiempo y la uña
lista para tajar.
Resalta en este pequeño conjunto, sobre todo la figura de la
uña y la pesuña, a veces como una huella de luz, en la luna, cuando no está
completa; o asimilándose a un par de tacones, que le dan la esbeltez a la
amada, de donde pareciera haber aparecido la similitud de la gacela.
La siguiente, parte de “casidas”, nos dejan a evocar por su
tónica quizá en “Pensamientos en la Habana”, de Lezama Lima. Al hacer poemas
entrañables, vale decir, de las entrañas; pasa revista a las emociones
dejándonos una declaración de lo humano.
*
El regreso
Si yo volveré, si tú
volverás.
El deseo postergado.
En un título, adelanta “Gacela del deseo postergado”, ya que
este instante de consumación de las cosas, poco a poco se va volviendo, ya en
esos poemas, como un derrotero inalcanzable, la incapacidad congénita del
humano de no poder volver.
Nuestra cueca dice:
Ya me voy, ya me estoy yendo,
Gacela, Gacela, solo Dios lo sabe
Si yo volveré, si yo volveré
Sólo Dios lo sabe, si te acordarás.
Pareciera haber sido hecha para congeniar con los poemas,
que hoy nos toca comentar; porque Bojórquez responde:
Y para qué volver te has preguntado
Para qué y para qué
Y para qué volver
Si en el volver hubiera ramos de olor aguardando tu paso
Si en leves frondas cuajadas sí de frutos, de alegres floraciones
de luz concreta y ácida, y
Y allá junto a las fuentes un ejército de náyades danzando para ti
Si volver en el agua, dúctil, ligero, fluente; si en el aire
Si volver despertara en ti al que eres, si te volvieras vuelta, giro,
comienzo de ti mismo
Si volverte, si volver te fundara, volverías sin dudarlo
Aunque los días pasados no pasaran de nuevo
Y aunque más tarde diga “volverás,
sí se vuelve”, deja en toda la segunda parte del libro contenido en “el
deseo postergado”, un sentimiento de desgaste, el ingreso a un país de tiempos
muertos, si no, muertos en sí, como en Pedro Páramo.
De ahí que esta parte sea una suerte de danza macabra, en la
que abundas alusiones a los huesos como simple estructura de la carne. La carne
debilitada en todas sus sensaciones, resulta peso muerto sobre la estructura de
una personalidad, que no atisba regreso, retorno a un estado inicial de las cosas
donde “vivo”, pudiera sentir todavía la vida. Le quedan solo los huesos.
También es una alusión a la coexistencia de dos o varias
personas en el “yo lírico”, justamente el de la estructura y el otro que se va
cayendo. Es justamente el deseo postergado, que se le cae como sombra, “triste sombra de lo que callamos”, “el
arduo orden crepuscular de los sentidos derrotados”, “sobre tibias y fémures
alzas una memoria”, “los sentidos derrotados/ las viejas formas de sentir”
“avanzas en el temido polvo de tus huesos”.
*
Quedan aún notas y apuntes, pero hasta aquí hacemos una
aproximación a este celebrado libro que da a conocer a los lectores bolivianos,
en formato físico, la obra de Mario Bojórquez, cuya calidad y erudición son tan
notorias como encomiables desde mi personal admiración.
Será en un valle seguramente, con chicha de por medio y
guitarra en mano, que se aparezca don Fray Luis de León, para continuar las
referencias, ya no en una charla sino en el aplauso que clausura la quimba de
una cueca macabra.
SERGIO GARECA
SEPTIEMBRE DE 2025

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