VERSOS ESPÍAS, VERSOS INFAMES de Carolina Bustos Beltrán.

 


VERSOS ESPÍAS, VERSOS INFAMES de Carolina Bustos Beltrán.

 

Soy enemigo de los epígrafes, sin embargo, hay ocasiones en las que, cuando son acertadamente escogidos, revelan la puerta de ingreso a otros textos. Es el caso de VERSOS ESPÍAS, VERSOS INFAMES, de Carolina Bustos Beltrán.

 

Leonard Cohen y Sylvia Plath, tocan el gong para anunciar el devenir de las páginas. Pongamos atención primero en lo que dice Sylvia.

 

“y aquí estoy, con la cabeza suspendida entre la almohada y el embozo con un ojo entre dos párpados blancos que no quieren cerrarse”

 

Acá el blanco es la carencia de ideas, entre una y otra cosa: el vacío. En ellas está la vigilancia esperando a que el hecho se revele; por tanto, nacen VERSOS ESPÍAS, pero ¿qué vigilan?

 

El primer poema nos devela ya algunas cosas que hacen el universo del libro. Cuando nos dice “la paz se ceniza”, está esa sensación de nulidad de las ideas, “estar en blanco”; cuando nos dice “como si fuera tan simple hacer del día noche y vivir en tinieblas”, va uniendo contrarios para ir anulando las cosas; crear esas nulidades, hacer los espacios en blanco. Las páginas, el vacío. Porque en realidad no está buscando la nulidad, el espacio entre una cosa y la otra. Está buscando a la otra Carolina, al alter ego; para entender el vacío.

 

En los siguientes poemas esa es la persecución. Se vigila a sí misma como otra, se dice a sí misma, otra. Nos deja al medio como un ojo entre dos párpados blancos.

 

“levantas un pie, obligas al otro a que continúe”, caminar es también el tránsito de una cosa a otra. El andar de la poeta es el paso de una Carolina hacia la otra carolina, pero es una la Carolina que escribe, por tanto, cojea. De un pie al otro, hay una decisión automática de su extraña, y una acción de mala gana, en la Carolina reflexiva, asediada por sí misma, hastiada.

 

“mientras esa otra carolina no se detendrá a decir “cosas geniales””

 

“Pobre otra Carolina

qué ridículas sus gafas mirando el mar

qué odiosos sus pies en la hierba”

 

“¿Quién es esa detrás de los lentes?

Tú misma, algo brota entre el fango”

 

“a veces fango, olor de rock, olor de tango”

 

Un pie, y otro pie. Un yo y otro yo. Es la parte transversal del devenir de los poemas. Cuando dice:

 

“Espías,

eres inocente, te declaras huérfana,

te miras al espejo pasando por el filtro de tus gafas,

escondes tu miedo, tus celos, la búsqueda sin remedio del amor.”

 

El padre ha desaparecido de las ideas. Al no encontrarse en el dilema deja de existir. El amor es el dilema. Sin dilema, no hay amor.

 

La ausencia de dilema hace que pierda la cabeza. El tiempo queda en blanco. Nada ocurre en la misma cosa que se repite. El tiempo como una tuerca. Es simple. El automatismo la fastidia. Está vigilando el punto de quiebre, el momento en que el paso se vuelve danza. Es decir, una conversión.

 

Aquí viene, con la caballería Leonard Cohen. Dice el Epígrafe:

 

“No sigas mi conversación,

es solo nerviosismo”   

 

nos encontramos ante la conversión y la conversación. La conversación , con-versa, pone un verso tras otro como el pie que obliga al otro a continuar. Son los versos que se obligan a una continuación. Pero también, la conversión, con-vierte, vierte, fluye, hacia otra fisura, hacia otra cosa, regresa a un ser diferente. Fluye el verbo, verso vertido, hacia otra boca, hacia otro oído. Regresan otras palabras. “El síntoma del mí mismo”

 

En otro poema nos dice:

 

“Nadie entiende la gravedad de tu soledad”

 

Bella frase, sobre todo porque “soledad” es una palabra aguda y sin tilde. O sea, disimula su agudeza, pero la declara grave, es decir que no corresponde a su sentido, como insinúa el propio poema “INSECTA”, no puede entenderse la soledad que no está en la arbitrariedad del lenguaje. De ahí que hay una búsqueda más profunda. No es solo el sonido, no es la soledad. Ella es la única sola, los demás están huecos.

 

Espía, vigila el vacío, eso que hay entre ella y ella, y también el movimiento de la sociedad, que parece más vacío aún.

 

Para la infamia, se revela y rebela la mujer. El vacío trasciende a grieta. Y es la herida, la que separa, una cosa de la otra. Ser madre, mujer, amante e hija; hacen que el yo reflexivo del comienzo del poemario se halle en ese mundo vacío como un yo material social, no solo conciencia. Salen a flote, feminicidios, machismos, conspiraciones históricas y sociales. Entonces la infamia, halla sus condescendencias, descrédito, deshonra, maldad, vileza.

 

Muchas líneas y apuntes, han quedado afuera de esta breve reseña del libro de una poeta que amo y admiro mucho; pero así debe ser porque es solo reseña y no spoiler.

 

Sergio Gareca

ORURO 2025

 

* El libro está disponible en AMAZON

* Dejo algunos poemas de muestra.

 

 EL SÍNTOMA DE MÍ MISMO

 

A la memoria de Gustavo Cerati

 

 

El síntoma de mí mismo

se impone cuando ese yo que es otro se afinca,

se vuelve nudo de carne,

se enjambra al hueso.

No quiere salir de allí

ni buscar alivio.

Se vive con él y hasta con disimulo se le lleva de paseo.

 

Mi mismo se parece a ese hombre de frente,

ese que fuma y seduce,

indiferente a las toxinas del aire y las palabras.

 

Mi mismo se viste de falda o pantalón,

no soporta el afán, el retraso y la queja,

le tiene miedo al luto, al adiós de funerales

y a dejar de ver pájaros narcisos jugar en las ventanas.

 

Mi mismo se cansa y encanta,

se llena de pétalos los labios

y los pinta en carmín para otros mismos.

Quiere ser nube y cascada, a veces fango,

olor de rock, olor de tango.

 

Mi mismo añora vuelos sin escala,

ascensores externos con vistas abismales,

escaleras funcionales que lleguen a su destino.

 

Sin ser ese yo o elemento desconocido,

sin necesidad de ser «otro»

para el gusto de alguien.


*

INSECTA

 

 

Parece que estás fuera del ángulo del día

donde la cabeza se sumerge

y se ahoga en el pensamiento amenazante de desaparecer.

 

Es una hora ausente de luz,

un vértice del minutero que no para,

ni se detiene.

 

Necesitas borrar el trazo de tu huella.

Pinchas en ti y sientes angustia.

 

No te ves, eres átona.

 

Andas, silueta modelada sin carne o piel,

por entre avenidas y andenes de precipicios.

 

Nadie entiende la gravedad de tu soledad.

A nadie le importa el vértigo de un ser invertebrado.

El vacío tiene cuerpo de telaraña.


*

VERSOS ESPÍAS

 

 

Seguimos extinguiendo el domingo

entre covers and Nobels,

te cortaste el cabello,

la muerte está de vuelta,

la paz se ceniza.  

 

Espías

como si pudieras acabar con el sol,

como si pudieras extinguir sus rayos,

como si fuera tan simple hacer del día noche

y vivir en tinieblas.  

 

Espías,

eres inocente, te declaras huérfana,

te miras al espejo pasando por el filtro de tus gafas,

escondes tu miedo, tus celos,

la búsqueda insistente del amor.    

 

Sigues extinguiendo el domingo,

levantas un pie, obligas al otro a que continúe,

no quieres caer en la trampa de la ilusión.    

 

Lunes de nuevo, debes levantarte.

 

NO es NO maldito sistema.

 

Husmeas

cuentas de Facebook, gifs animados,

muros ególatras, youtubers, influencers.

 

Tu vida feliz, sus vidas mundanas,

tu indignación, sus excesos de tontería.

 

En el último minuto de silencio

su frase genial ganó 20 «likes».

Pobre otra Carolina,

qué ridículas sus gafas mirando el mar,

qué odiosos sus pies en la hierba.

 

Para existir eres espía:

del tiempo que no elegiste,

de este siglo que no te pertenece.

 

Necesitas huir

antes de que el sol te calcine.  

Martes, martes, Marte, Marte,

día-planeta  

al que cantaban 1.280 almas.

 

Y sientes de nuevo asco.  

 

Los resultados del último referéndum

saltan en una aplicación

y quieres vomitar

pero debes levantarte

para espiar a tus estudiantes:  

sus cabezas vacías,

sus minutos lentos

de sensaciones intensas

echadas a perder por sus malas calificaciones.

 

Ven miércoles sálvame del frío,      

no quiero que se acerquen los optimistas,  

sospecho la infamia de su melancolía.

 

«Oh, it's such a perfect day

I'm glad I spent it with you»      

Invoca a Lou Reed (octubre otra vez).

 

El jueves llega macabro

vestido de tejidos necrosados

y nos da una bofetada.

Le dices adiós a los niños,

a la infancia,

a la inocencia de la eternidad.

Cuando la muerte llega disfrazada de infarto

voy en metro intentado salvar al viernes.                

Mi prima me llama, llora, no entiende.  

Yo tampoco,  

solo quiero apagar al sol con un escupitajo.  

 

Y perdón por el fastidio,

hoy mi rostro triste no es de portada de ELLE.

El futuro ha llegado,

es temible como lo predijo Leonard Cohen.      

 

Espiaré para distraer lo irreparable

mientras que esa otra Carolina

publicará «artículos geniales» 

que acumularán cientos de «likes»

para la bulimia de su ego.  

 

Espiaré todo el fin de semana

las fotos de mi prima  

sonriendo al lado de sus hijos que comen pastel  

sin sospechar la muerte prematura de su padre.  

 

Y llorarás sola

detestando al sol que se acuesta con tu amante,

detestando al sol que arde y calcina cuerpos sin vida,

detestando un extraño mes de octubre

que no sabe a paz ni a hombres buenos.

 

Cuando menos te des cuenta,

estarás espiándote a ti misma.  

 

¿Quién es esa detrás de los lentes?

 

Tú o algo que brota del lodo.

Te rapas el poco cabello que te queda para sentirte leve.

Te miras de nuevo en el espejo:

 

¿Quién es esa a la que engañas cada domingo?

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