LA TRANSPARENCIA DE LOURDES SAAVEDRA en “VELOCIDAD DE LA LUZ”
Bajo el sello editorial de 3600, llega a
nosotros el poemario VELOCIDAD DE LA LUZ de Lourdes Saavedra Berbety.
En el conjunto de poemas hay dos puntos de
tensión: lo visible y lo invisible, pero también el tiempo y la memoria. La imagen,
lo visible está ligada de inmediato a la memoria. La poeta se cree
irreconocible, inidentificable, de algún modo prescindible de la realidad.
Es un poemario de la importancia de mirar. ¿Quién
mira? ¿Un Vampiro sin reflejo? No. La poeta se declara en dependencia
permanente del entorno y el alrededor. Se otorga a sí misma la cualidad de la
transparencia. Toda realidad pasa por ella, a través de la imagen, más
propiamente la fotografía, y ella no puede asirla ni detenerla. Apenas es un
filtro de luz tratando de atrapar algo.
Las cosas que atrapa son la abolición del
futuro. La realidad existe en cuanto es presente y de inmediato se convierte en
pasado. No existe un posterior. Es un eterno conducir mirando el retrovisor.
Como todo el libro tiene narración fotográfica
existen Paisajes, retratos, de muertos, y un lente más amplio para paisajes más
amplios. Pero también hay un par de selfis. Un par de poemas donde ella aparece
como un recuerdo de sí misma.
Uno de los mejores versos del libro, a mi
gusto, es “Tengo espejos enterrados en mi espalda” como la carga de la gente
que ha proyectado sus miradas sobre ella y asuma una responsabilidad por todos
al cargar con la imagen que los demás se exigen. Teniendo para ella la contra identidad
de lo que la mira. Al ser un reverso de los espejos, ella está detrás de todo
lo mirado. Renuncia a su visibilidad.
VELOCIDAD DE LA LUZ, pasa de una imagen a otra
y así nos deja, en el pre olvido.
SERGIO
GARECA
ORURO, JULIO DE 2020
VELOCIDAD
DE LA LUZ
Respirar por lo irremplazable y
sentirse iluminada
por ver la fisura de lo que dejan las esquinas
de los días.
Los des-hechos insondables que se
ahogan en el aullido
de los perros que se comen la
noche.
La visibilidad de las arrugas que
marcan los caminos sin retorno.
El humo del aliento después de mojarse en la
lluvia
acariciar las heridas sabiendo que nunca flotarán.
Quiero devorar los instantes,
que mis poemas no se conviertan
espaldas ardientes de hormigas
que se oxidan
mientras mi saliva no da curso a
las palabras,
tan redondas como malditas
que se dispersan en el microcosmos
de sentirme
tan bendita como partida,
y parir el mundo mientras alguien
chasquea sus dedos
en el tiempo que es solo arena de
los insomnes.
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